Entre unas de sus tantas leyendas, destaco una, que hasta hoy la siento como real… y es que cada vez que salíamos al monte, a buscar una planta medicinal, buscar los animales, leña, o algún juguete para mí, en la forma de un animal en un árbol. Me contaba del cuidado, sus secretos, que cada cosa en el monte tenía su tiempo, al igual que nosotros. La leyenda del Dios del monte, siempre surgía en esas caminatas; “Es un toro gigante de color Negro, que cuida el monte y sus animales, que nos brinda dichas riquezas para que la utilicemos pero debemos ser cuidadosos en el uso, pues cada cosa tiene su tiempo, y si no respetamos eso, él te aparece, como primer señal y en la segunda vez ya para ponerte en tu lugar y si es necesario te castiga” decía mi abuelo.
Quizás eso inculco en mí el respeto y el valor de lo nuestro. Y en forma de agradecimiento al Dios del monte, tenemos nuestro espacio con ovejas y arboles como el chañar, el algarrobo, el mistol, el itin entre otros. .. Armando un ciclo hermoso y del cual estamos orgullosos, donde la oveja nos da la lana para nuestras alfombras, el árbol con sombra, cuida nuestro suelo, alimenta nuestras ovejas con su frutos, y esta misma a su vez con sus heces abona la tierra y cada tanto nace un árbol nuevo. (Al cual corremos a ponerle un atajadito) y una vez cumplido el ciclo de vida del árbol, nos da su madera.




“El Chañar cortado en buena época, en época especial que va mas o menos fines de mayo, primeros días de junio cuando es cuarto menguante, es la madera de cien años…”

Mi viejo Néstor Raúl Galeano, más conocido como Boly Galeano, allá por los 90 se cruzó con un loco visionario, llamado Ricardo Paz, un hombre con sueños quizás no comprendidos en ese entonces… Yo changuito escuchaba sus charlas al lado del fuego, hablaban sin parar, de proyectos, de sueños y de crear sueños para un lugar tan difícil como el nuestro, sí que soñaron y sí que trabajaron muchísimo. Ellos quienes encontraron en las antigüedades del Monte Santiagueño Piezas de valor incalculable aún desconocidas. Piezas de más de cien años, que al mirarlas te transmitían la historia que llevaban en ellas. Ellos son el comienzo de todo esto.
Comparto lo que me dijo Ricardo en una charla después del fallecimiento de mi padre. “Ay Dios, que hemos reído y andado!… y andando valíamos cien!”…
Boly Galeano: “…Tengo el oficio de artesano, más que todo por legado de mis padres y abuelos, aunque ellos no trabajaban de eso, no lo hacían comercialmente, y antes, según me comentaba mi papá, era mucho más difícil que ahora, antes el carpintero era contratado o aunque no los contraten agarraban sus caballos sus mulitas cargaban sus alforjas con los palos ya cortados, la madera ya lista para armar una silla y se iban a ofrecer a distintos lugares en la mula… Basándome mucho en las historias que me contaba mi padre salí a recorrer esos lugares y encontré piezas increíbles que tenían más de cien años, sillas que tenían más de cien años, y bueno analizando y mirando el trabajo echo llegue a la conclusión de que no había grandes diferencias en el armado para que la pieza durara tantos años, tantos años… y trabajaban en Chañar… el Chañar una madera que supuestamente no es útil para otras actividades, no sirve ni para carbón, pero el Chañar cortado en buena época, en época especial que va maso menos fines de mayo, primeros días de junio cuando es cuarto menguante, es la madera de cien años…”
Quizás por eso nuestras piezas no sean perfectas, pero intentamos transmitirle la magia y la esencia de aquel trompo ganador en cada pieza. Eso hizo que nuestras piezas se puedan adaptar con facilidad desde un ambiente sencillo al más exigente.
A mis 39 años sigo buscado el trompo de los 15 minutos, aunque ya no solo, sino acompañado de mi mujer Lara, mis tres hijas y un gran equipo de trabajo. Aunque quizás ya estoy bailando sobre él y no me doy cuenta…


Quizás por eso nuestras piezas no sean perfectas, pero intentamos transmitirle la magia y la esencia de aquel trompo ganador en cada pieza. Eso hizo que nuestras piezas se puedan adaptar con facilidad desde un ambiente sencillo al más exigente.
A mis 39 años sigo buscado el trompo de los 15 minutos, aunque ya no solo, sino acompañado de mi mujer Lara, mis tres hijas y un gran equipo de trabajo. Aunque quizás ya estoy bailando sobre él y no me doy cuenta…